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José Manuel y Luis Carlos (los andarines de VBA)
INTRODUCCIÓN:

El domingo 23 de septiembre de 2012, a eso del mediodía, estaba nublado en Itero del Castillo. Imagínate un pueblo a la hora del vermú en los páramos y campiñas de Burgos. Un día apacible sin mucho trajín de peregrinos por la última localidad burgalesa del Camino Jacobeo. A esta pléyade se la ve más en los meses de julio y agosto, no tanto ya iniciado el otoño. El caso es que a esa hora, después de salir de misa y en la que se hace tiempo en el bar antes de ir a comer, los parroquianos debieron de sobresaltarse algo cuando se les apareció una horda de cuarenta y tantos caminantes. Y aún así podrían verlo hasta cierto comprensible siendo Itero lugar de paso hacia Santiago. Es comprensible que algunos peregrinos puedan hacer migas y agruparse para caminar juntos. Han tenido tiempo de intimar si vienen desde Roncesvalles o más lejos aún. Pero lo raro es que no aparecieron por la ruta que viene de San Antón o Castrojeriz. No venían del camino francés.
Y más raro aún es el hecho de que no tuvieran mínimamente la intención de incorporarse a la senda marcada de vieiras y flechas amarillas. Es más, ahí, en Itero, en la plazuela de la iglesia daban por terminada su caminata, una caminata de 1.137 kilómetros, más larga aún que el propio camino francés. Y de dónde vendrían se preguntará el lector. Pues venían de la misma plazuela. Pero habían llegado al mismo punto de salida dando un pequeño rodeo. Para ser exactos habían rodeado toda la provincia de Burgos. Sin prisa, eso sí, porque la caminata se inició el 20 de febrero de 2010, dos años y pico antes. Y por muy lentos que fueran iban a llegar los primeros a esta meta.

La Vuelta a Burgos Andando se ha hecho en etapas como es fácil deducir, pero no siempre tuvo el éxito de público y crítica del último capítulo, el trigésimo séptimo. En los inicios éramos solo cuatro, que poco a poco se convirtieron en dos. Una travesía del desierto. Esto último en sentido no solo figurado, sino también literal porque las más de las veces no veíamos en toda la jornada más que el careto de una persona. Yo el de Carlos y Carlos el mío.
Pero esta idea de majaras fue poco a poco atrayendo a más gente que iba incorporándose al periplo. Digamos que iba tomando consistencia, y a medida que se acumulaban etapas, el rodeo de la provincia adquiría cada vez más visos de materializarse.

No quiere esto decir que cada vez nos tomaran más en serio; persistían(y siguen persistiendo) en nuestro entorno ciertas dudas en lo tocante a nuestra salud mental, para qué negarlo. Pero la Vuelta a Burgos Andando, con su toque friqui hasta caía simpática. Por eso se apuntaban. Por eso y porque muchos ya no sabían qué hacer más interesante un sábado.
La alternativa era ir al súper, poner la lavadora, limpiar el baño o pasar el aspirador.

Dicho todo lo anterior a modo de introducción, solo nos queda presentar sucintamente la VBA. Lo que vais a ver y leer en lo sucesivo en esta sección no tiene nada que ver con las cuevas. Como casi todas las cosas que hacemos los que ya nos podemos calificar de veteranos en el Grupo Niphargus. La edad nos acaba retrayendo cuando se trata de tirarse por el barro. Bien es cierto que el contacto con la naturaleza sigue ocupando un lugar preeminente en nuestra escala de prioridades.

La idea de este recorrido perimetral por los confines de la provincia partió de Carlos. Cansado como estaba de haber recorrido todos los caminos trillados de los alrededores y de subir a todas las cumbres emblemáticas de Burgos, pensó que podíamos intentar andar por zonas más solitarias, desconocidas, y que en su conjunto fueran un compendio de los paisajes de nuestra tierra. En la variedad está el gusto. Y para obtener ese caleidoscopio de imágenes burgalesas se hacía imperativo completar un recorrido largo que uniera la montaña con el llano cerealista pasando por los páramos yermos y los cañones calcáreos; que nos transportara de la España seca mediterránea y continental a la húmeda de clima oceánico.
Teníamos que recorrer pinares, hayedos, robledales, bosques de ribera. Había que ver viñedos y paisajes industriales, tenadas y cañadas de trashumantes. Aunque no tuviéramos mar, que es lo único que le falta a Burgos, al menos teníamos que poder verlo sin salir de la provincia para decir que lo tenemos cerca. Había que cruzar los grandes ríos y las divisorias de aguas que hacen de la nuestra la única provincia con porciones significativas de su territorio vertiendo agua a los tres mares de la península. En suma había que ir de este a oeste y de norte a sur. Y había que diseñar un recorrido que, marcado en los mapas hasta la saciedad con su nomenclatura de cruces y rayas alternativas (¿qué burgalés no tiene en la cabeza la forma de su provincia?) fuera, paradójicamente, un recorrido inédito, “out of the beaten track” que dirían los ingleses.
Nuestros pasos nos llevaron la mayor parte del tiempo por el límite interprovincial exacto. Con el pie izquierdo en Burgos y el derecho en Palencia, Valladolid, Segovia, La Rioja, Álava, Vizcaya o Cantabria. El avezado lector habrá descubierto por lo tanto que anduvimos en sentido contrario a las agujas del reloj.
No obstante, ciertos imponderables como la ausencia de caminos y la maleza cerrada o la presencia de ríos imposibles de vadear o simplemente paredes cortadas a pico, nos hicieron movernos en ocasiones a cierta distancia de la línea demarcatoria. Nos hemos visto impelidos a circular tanto por Burgos como por las provincias vecinas, a veces adentrándonos en ellas varios cientos de metros. Hemos tratado de ajustarnos lo más posible a la “ortodoxia fronteriza”. Para ello hemos tenido que pagar el precio de andar por donde solo lo hacen los jabalíes, cruzar innumerables alambradas ya sea por debajo arrastrándonos como serpientes, por en medio contorsionándonos, o por encima llenando los pantalones de sietes. A nuestro paso han salido huyendo liebres y corzos y han venido al encuentro mastines y demás perros guardianes de ganado.
Todo ello con los buitres sobrevolando nuestras cabezas.
Lo que tienes a un clic de distancia es el compendio de esta, en cualquier caso, maravillosa experiencia. En alguno de sus capítulos posiblemente hayas participado tú también. Y si no, ahí sigue la provincia de Burgos para que tú la recorras. Te pueden ayudar la selección de entre más de doce mil fotografías que hemos ido haciendo en las 37 etapas, los detallados mapas con la ruta marcada, los textos descriptivos del recorrido efectuado, los tracks para incorporar al GPS, nuestro gran y nunca bien ponderado amigo durante todo el paseo.
Espero, esperamos, que disfrutes con la lectura y sobre todo con la visión de las imágenes de la Vuelta a Burgos Andando al menos una mínima parte de lo que nosotros la hemos disfrutado en vivo y en directo.
Desde la oportunidad que nuestro querido Grupo Espeleológico Niphargus nos brinda al cedernos parte de su web, queremos finalmente expresar nuestro más sentido agradecimiento a todos los compañeros y compañeras que nos han acompañado y a los que no, también, porque hemos sentido su aliento.

Gracias.

José Manuel Renuncio Pérez                            Luis Carlos del Val Ontillera

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